En Jima Abajo, de La Vega, el comercio tiene sus peculiaridades. Unos ofertan cajas para muertos en vez de ataúdes, y otros hasta comestibles para “difuntos” que no son tales. Mientras el dueño del negocio sintoniza música en su radio para alegrar a sus clientes, con cierto disimulo el letrero transmite el mensaje de que la sopa produce el milagro de la resurrección. “Sopa para muertos”, dice, pero la segunda palabra es del verbo parar…
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