“No me dejes morir, Gustavo”, gritaba Roberto Castro Mateo (Chelo) cuando la tierra desprendida en el lugar donde cavaba una zanja lo cubrió hasta la cabeza.
La Policía informó el hecho entre los sucesos del día: "cuatro líneas en las cuales no consta que Chelo dejó en la orfandad" (sería más preciso decir que los dejó en indefensión total ante la pobreza en que nacieron) tres niños de entre 5 y 2 años y una bebé de 6 meses.
El pasado viernes fue el último día de su vida. Un gobierno que gastó una alta suma para construir un Metro que pocos usan, y un cabildo regenteado por un millonario aficionado al golf, no tenían oxígeno ni equipo para rescatarlo a tiempo. (Seguir leyendo)
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